Los diarios internacionales publicaron en sus portadas el
caso de Micaela García, joven argentina asesinada por un violador que cumplía
una condena y sin embargo, un juez , Carlos Rossi, consideró que la libertad
era lo más parecido a un regalo que le podría dar.
Y así lo hizo, desoyendo lo evaluado por un grupo de
profesionales que saben leer y ver si un convicto está en condiciones de pisar
fuera de la cárcel nuevamente.
No más ni menos tenebroso que otros casos de violencia extrema
contra la mujer (sigo impresionada por el caso de Angeles Rawson) el tema es el lado oculto y misógino de algunos jueces,
legisladores, fiscales, funcionarios, policías que asusta y embrutece todo..
Por éstas horas, el debate de siempre, mientras en el Senado
de la Nación, duerme el proyecto de ley dónde se prohíbe liberar abusadores
sexuales antes del tiempo cumplido, desfilan y comparecen en los medios gran
parte de los responsables.
La víctima de 21 años,
que el único pecado que cometió fue caminar sola a las cinco de la mañana, hora
en que los demonios siguen despiertos para algunos. Militante activa por causas de gran sensibilidad
como el hambre, el abuso y los niños vulnerables que eran su obsesión y por ellos
trabajaba y luchaba, además de divertirse y estudiar, como cualquier chica de
su edad.
Alarma la muerte, alarma el desprecio por las leyes y la
vida, alarma el desamparo, alarma el olvido en que se convertirá Micaela en
unos días, alarma la indiferencia, alarma el odio contra la mujer.
El señor juez, ahora, tiene miedo. Está deprimido, pide
licencia y supongo, esperará lo peor o no, de su carrera judicial, el juicio
político.
Mientras tanto se viraliza una foto en la que con sólo una
sonrisa, una joven, como Micaela, desbarata el odio en la mirada y palabras de
un activista de ultra derecha en el Reino Unido.
Por eso, a llorar todo lo que haga falta, después a sonreír
mucho y por último” nunca solas” a poner atención y a vivir lo que falta, aunque
siempre exista un hombre que no nos quiera.
Publicada 11 de abril 2017