No hay tregua. Siguen apareciendo chicas golpeadas, madres
muertas, cuñadas, hermanas e hijas, todas atropelladas por un tsunami de furia
y violencia.
Las noticias revelan cual es el veneno más poderoso que
todos juntos: el odio, la degradación y la impunidad.
Casi todos los casos de los últimos días, dónde la muerte
apareció con previo aviso, las denuncias hechas por las víctimas, no llegaron ni siquiera a
conmover al victimario.
Incluso, lejos de tener un poco de temeridad de la justicia,
pareciera que ésta no hace retroceder ni un milímetro la decisión tomada: te
mato, y mato a quién se me cruce por delante.
Belén fue estropeada, golpeada con un ferocidad y odio, que
sólo un ángel (dice el padre) vestido de vecino o portero (no quieren llenarlo
de problemas) pudo poner punto final al desastre que se estaba cometiendo en el
pallier de un edificio.
Se salvó de la muerte.
Los ojos de Belén, clarísimos como el agua, pero ahora,
rojizos como la furia, tratan de explicar que “nunca me imaginé que me podría
pasar algo así”.
Ahora, con el dolor de los golpes en la piel, ella, Belén,
no pide nada para el golpeador, violento y casi asesino, casi que lo ignora, no
lo quiere ver en las fotos, y no le da mayor trascendencia, como sólo una chica
de 20 años puede hacer. Cambiar de página, sacárselo de encima y continuar.
Eso sí, Belén les dice a todas chicas de su edad, a todas
las mujeres, que no mientan, que digan dónde están, que se cuiden pero que traten
de seguir con su vida, sonreír, explorar el mundo que el mundo en algún
momento, las cuidará-
Suena raro, pero esperemos que así sea.
15/02/ 2017