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'Al recordarlos ya no están tan muertos'

85 muertos como el atentado en Niza hace cinco días.
85 personas explotaron por el aire, quedaron bajo los escombros, regaron de sangre 22 años de impunidad. La sangre no sale fácilmente. La sangre queda viva para el recuerdo.
La Asociación Mutual Israelista Argentina estalló en mil pedazos un frío 18 de julio de 1994. Como hoy, el sol acompañaba tibiamente los segundos trágicos que estarían por venir.
Vivo en la ciudad de La Plata.
Con muchísimo entusiasmo, ese día del horror, a la hora de la explosión, 9:55, tenía turno en capital para hacerme los análisis de rutina que se piden para un nuevo trabajo.
Mi primer trabajo fuera de mi entorno.
Salí muy temprano de mi casa, ansiosa, desconcertada, con algunos miedos pero más que nada con la ilusión que todo saliera bien y me llamaran de la empresa para empezar a trabajar.
Llegué un poco antes de las 9: 38.
Una puerta con un cartel un poco escondido y mal pintado me anunciaba que debía entrar.
Dije mi nombre, caminé por un pasillo largo, hasta encontrar la salita dónde me extraerían un poco de sangre.
Nadie se dirigió a mí más de la cuenta. Parece que ellos, los del laboratorio, mandarían directamente a la empresa el resultado del análisis y yo sólo tendría que esperar.
Todo resultó muy rápido.
Cuando abrí la puerta para salir, ya liberada del trámite, el sol me golpeó la cara y por unos segundos cerré los ojos y sonreí, caminé dos cuadras pensando que podría hacer con el resto del día.
Ya eran las 10:18 y decidí quedarme en la “ciudad de la furia” e ir a desayunar y después al cine.
No sé que sucedió que cambié de planes.  Entré a una cafetería, pedí un café con medialunas  pero cuando terminé ya estaba arriba del ómnibus de vuelta a la ciudad de La Plata.
No estaba ni TN, ni Crónica, ni C5N. No había celulares. Los acontecimientos tardaban un poco en salir a la luz.
Me enteré que una bomba había explotado a veinte cuadras de dónde me estaba sacando sangre, al mediodía cuando llegué a mi casa.
No estábamos acostumbrados a tanta ruina. No supimos lo que había pasado, hasta dos o tres horas después.
Nos familiarizamos con la calle Pasteur, con lo que significaba la AMIA, escuchamos testimonios desgarradores, un jardín de infantes pegado a la Mutual, una camioneta blanca llena de explosivos, el nombre de países como por ejemplo Irán:¿ Qué tenían que ver con nosotros?. Argentina, Sudamérica,  un país que no estaba en guerra, un país que recibía a ciudadanos del mundo.
Empezamos a tener miedo. Ya nada era seguro. Alguien fue capaz de estacionar esa camioneta y volar la inocencia y la esperanza que teníamos hasta esa mañana de sol, desde que recuperamos la democracia en 1983.
Hace un año y medio solamente, mataron a un fiscal de la Nación que estuvo investigando por 10 años el caso AMIA. Tenía pruebas contundentes, eso es lo que dijo tres días antes de su muerte, para explicar la conexión IRANÍ CON funcionarios argentinos.
85 muertos, centenares de heridos, 22 años sin saber que pasó. Un fiscal muerto y el pedido de justicia que nunca se termina.

Como dice Leonor Coifman en su poesía:

“Cada dieciocho
Aunque pase el tiempo  y se nos vuelvan
blancos los cabellos,
Estaremos firmes haciendo memoria
Porque al recordarlos
Ya no están tan muertos”





 
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