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La dama del velo


Por Mariela Marchi-Periodista. 
La señorita Bennet visita el salón de las esculturas de Pemberley, se para frente a una delicada obra que muestra una mujer con velo. Elizabeth ya sabe que quiere vivir ahí, con el dueño de ese lugar, a quien ya rechazó y por lo tanto no hay muchas esperanzas.

Elizabeth Bennet es la protagonista de “Orgullo y Prejuicio”, de Jane Austen.  El “dueño” es Fitzwilliam Darcy. Pemberley  (en la versión de Joe Wright, 2005) es en realidad  Chatsworth House,  una formidable propiedad de 40 hectáreas de jardines, prados y bosques en el condado inglés de Derbyshire, a unos cinco kilómetros del pueblo de Bakewell. La mujer con velo es The Veiled Lady de Raffaelo Monti, escultor milanés del siglo XIX.

“Orgullo y prejuicio” es una de las novelas más famosas de Jane Austin, publicada como anónima en 1813. Sus protagonistas deben recorrer un camino largo para poder estar juntos, superando el orgullo de clase de Darcy y los prejuicios de Elizabeth hacia él.

Chatsworth House, que empezó a construirse en 1553, perdido su prestigio señorial, abrazó los nuevos tiempos convirtiéndose  en puntal turístico y económico de su pequeña localidad de 4.000 habitantes, recibe anualmente más de 300.000 visitas y ofrece cada año múltiples actividades y explota comercialmente sus atractivos alquilando espacios para actos privados.

Raffaelo Monti fue un eximio ejecutor de un arte casi mágico, esculpir velos en mármol. Hizo esta obra por encargo el sexto duque de Devonshire en 1846.
Esculpir mujeres veladas, en diferentes materiales,  fue una práctica que tuvo su esplendor y perfección  a partir del siglo XVIII, coincidente con el descubrimiento en Pompeya de la Casa de las Vestales, lo que las hizo populares en los próximos 100 años.

Las vestales debían ser vírgenes y de gran hermosura. Eran seleccionadas por el Pontífice Máximo a la edad de seis a diez años. Su mayor responsabilidad era mantener encendido el fuego sagrado del templo de Vesta. Liberadas de las obligaciones sociales habituales de casarse y tener hijos, tenían voto de castidad para dedicarse expresamente al  estudio y correcta observancia de los rituales. Estaban tocadas con un velo y portaban una lámpara encendida entre las manos.

Constituían una excepción en el mundo sacerdotal romano, que estaba casi por entero compuesto de hombres. Las vestales fueron disueltas por el emperador Teodosio El Grande en el año 394.

El uso del velo, que todavía se practica en muchas partes del planeta, es una costumbre que lleva al pasado más remoto. En la antigua Grecia el velo conformaba una protección, una muralla, para defender el pudor y respetabilidad de la mujer. El gesto del velo cobraba una especial importancia en ciertas celebraciones y constituía una herramienta simbólica.

Escribe Homero que cuando Ulises se niega a vivir en casa de Icario, padre de su esposa Penélope y para que ella no se sintiera obligada, la dejó en libertad para que eligiera con quien se quedaba. La doncella guardó silencio y ocultó su rostro bajo un velo, con lo cual quedó claro que el elegido era Ulises. Icario accedió a su partida y en aquel lugar construyó un templo dedicado al pudor.

En la mitología griega Aidós era la diosa de la vergüenza, la modestia y la humildad, siendo al mismo tiempo la deidad que representaba el sentimiento de la dignidad humana, siendo como cualidad aquella de reverencia o la vergüenza que reprime a los hombres de lo inapropiado.

El concepto de aidós es complejo y en la filología clásica aún es controvertido. Pero casi siempre asociado con el pudor, honor, dignidad, consideración, respeto, reverencia; también con dignidad y majestad.

Según Píndaro, Aidós,  era hija de Prometeo y  Hesíodo afirma  que  junto con Némesis,  con la que parece haber estado estrechamente vinculada y de la cuál era compañera,  fueron  las últimas diosas en abandonar la tierra y regresar al Olimpo.

La definición de dignidad implica cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden.

Miles de años. Cientos de historias. Decenas de cualidades, sentimientos y comportamientos guardados en una imagen.
 
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