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Saint Exupery, las dunas de Ostende y la historia centenaria de un viejo y literario hotel.

“Lo que embellece al desierto – dijo el principito- es que esconde un pozo en cualquier parte...”

Por Eugenia Mori* .- Las solitarias e inhóspitas costas del Atlántico sur, precisamente  en el tramo del litoral bonaerense, no amedrentaron el espíritu precursor del belga Ferdinand Robette quien junto al italiano Agustín Poli, allá por 1913, imaginaron en estas coordenadas de dunas indomables un pueblo y balneario al que llamarían igual que el existente en las costas del Mar del Norte, en Bélgica: Oostende (con dos "o" en el país europeo, Ostende lo llamarían en  estas latitudes). Simultáneamente vino el proyecto y la construcción del Hotel Termas Ostende que con el tiempo sería el Viejo Hotel Ostende. Los huéspedes del hotel llegaban a la estación de Juancho, que ya funcionaba desde 1908 dentro de los campos de José Guerrero, y tomaban un trencito “decauville” de vías móviles, que los llevaba hasta lo que es actualmente la entrada de Pinamar. De allí había que seguir en carruaje entre los médanos, que tenían la costumbre de cambiar de lugar gracias al viento y la falta de forestación.

Aquí en este señorial y bello hotel, en la habitación número 51 transcurre un pedacito de esta literaria crónica. Llamada también habitación de la Torre, tuvo por huésped allá por 1929 – 1930, a un joven aviador y novelista francés que había llegado al país al ser nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red postal de América Latina: Antoine de Saint Exúpery. Dicen que las experiencias como piloto fueron a menudo su fuente de inspiración como escritor. El año 1926 marcó un giro decisivo en su vida, con la publicación de la novela breve El aviador y que en cada destino al que era enviado coincidía con la publicación de algunas de sus producciones literarias como Vuelo Nocturno y Correo del Sur.

Habrá encontrado el escritor algún rasgo en particular o inspiración en estas playas desérticas y ventosas para darle forma a su criatura más famosa? Hay quienes esbozan, -con cierta carga  de fantasía e imaginación-, que Saint Exupéry habría empezado aquí a escribir los primeros borradores de El Principito, un relato considerado como un libro infantil por la forma en la que está narrado pero en el que en realidad se abordan temas profundos como el sentido de la vida, la soledad, la amistad, una mirada crítica hacia la adultez, el amor y la pérdida. Esta, su obra más famosa, fue publicada en 1943 y traducida en más de 250 idiomas y dialectos y suma unos 140 millones de ejemplares vendidos.

La que sí es una certeza es que este hotel, ya centenario, alberga la célebre habitación 51, un pequeño y luminoso espacio, a la que se llega por una angosta escalera que hoy en día no se alquila, según explica Roxana Salpeter, dueña y administradora del hotel en la actualidad,  que está allí impecable como una pieza de museo para que sea visitada por los huéspedes o por quienes deseen entrar a conocerla. El espacio es luminoso, soleado, pequeño, con una cama de hierro, un sencillo baño interno y pocos muebles. Las paredes blancas hoy se encuentran decoradas con una gran cantidad de dibujos realizados por Saint-Exupéry. Y es cuando estando en ese ámbito los minutos se eternizan (el hotel en su totalidad está teñido por un sosiego y una calma exquisita, donde la lectura es la principal actividad de quienes allí se alojan), observando las imágenes del planeta invadido por los baobabs, la rosa cuidada con esmero por el pequeño príncipe, el zorro que deseaba ser domesticado, increíbles puestas de sol y tantas otras. 

La vinculación del escritor con el hotel y el balneario de Ostende, dependiente del Municipio de Pinamar, brindó los motivos para que en el año 2000, el Concejo Deliberante de Pinamar declare a Antoine de Saint-Exupéry ciudadano ilustre post mortem en coincidencia con el centenario de su nacimiento, ocurrido el 29 de junio de1900.

(*periodista)
 
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