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Juana, La Loca

M. Gabriela Marchi. periodista. 

Princesa enamorada y mal correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.
(Elegía a Doña Juana la Loca, Federico García Lorca)

En el Museo del Prado, en Madrid,  hay un cuadro de Francisco Pradilla ,”Doña Juana La Loca”. Mide 2 metros de alto  por 3 metros de ancho, reducción que hizo el autor del original que medía 3,40 metros por 5. Es impresionante, sombrío, impactante.

El lienzo de Pradilla representa el larguísimo entierro que Juana, Reina de Castilla, le hizo a su amado príncipe Felipe. La reina embarazada y completamente triste trasladó  el cadáver de su marido durante ocho largos meses, desde Burgos hasta Granada, parando en cada pueblo para que le rindieran honores, acompañada de soldados, nobles, religiosos y sirvientes.

Ese fue el fin de la historia de amor entre Juana, la mal llamada Loca, y Felipe, tal vez también el mal llamado Hermoso, porque no hay retrato que lo corrobore. Lo cierto es que sus nombres han atravesado los siglos opacando el de otros personajes más importantes de la historia hispana.
Pobre Juana, ser conocida como La Loca. Pobre Juana que, como lo han demostrado científicos e historiadores cientos de años después, solo sufría de amor y de desamor.

Nacida en tercer lugar entre medio de guerras de sucesión. Criada para casarse por conveniencia con algún príncipe que aportara tierras al reino y tener muchos hijos que extendieran las alianzas. Solo debía estudiar baile y saber conversar y , por supuesto, encomendarse a Dios.

Primera cosa en la que falló. Cuentan los historiadores que había un hecho que alarmaba a su madre, la reina Isabel la Católica, hasta el punto que ordenó se mantuviera en secreto: la princesa daba muestras de escepticismo religioso y poca devoción por el culto y los ritos cristianos. Esta cualidad, que mantuvo hasta el fin de sus días, pues se negó a confesarse luego de recibir la extremaunción, fue uno de los motivos por lo que la llamaron Loca.

El otro motivo fue su amor inesperado, porque no era apropiado para su condición y enfermizo por su marido el Archiduque de Austria, heredero del rey Maximiliano I de Habsburgo, Felipe. Juana necesitaba amor y su marido se lo dio un ratito.

Tal vez no la hubiéramos conocido si no fuera por una serie de hechos desafortunados que hicieron que Juana fuera Reina. Reina contra los deseos de su padre. Reina a pesar de los celos de su marido. Reina para desesperación de los obispos. Reina con la oposición de su hijo.
Pasó toda su vida adulta persiguiendo a Felipe, pariendo hijos o encerrada en la corte. Ninguneada, sospechada, no amada.

Juana no estaba loca, sólo pretendía que la quisieran.  Francisco Pradilla la muestra envuelta en ese dolor y en esa incertidumbre. Sola, muerta de frío.

Mi hija de 5 años y yo de 50, nos quedamos mucho tiempo contemplando la pintura. Atrapadas en la misma telaraña de los ojos de la reina desamada. Yo conociendo la historia, ella queriendo saberla.
 
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