Por Eugenia Mori.-Llegar
a Zagreb fue un largo trayecto. No hay vuelos directos y aún eligiendo la mejor
combinación son casi 24 horas las que se necesitan para llegar a destino. Esperaba
algo trascendente de esta final de la Copa Davis contra Croacia, - Hrvatska en
su propia lengua-, unos tres mil argentinos esperaban que sucediera lo mismo en
el estadio Zagreb Arena. Un milagro. Además del equipaje - y ayuda virtual
mediante- ,traté de agregar el pobrísimo
saber de cuatro palabras básicas: da, ne, molim, fala ( si, no, por favor,
gracias). Los croatas son amables y a pesar del frío europeo es gente
cálida. Sí se percibe un dejo de
tristeza en las ciudades de esta región de los balcanes. Es que en su historia
hay guerras antiguas y otras demasiado recientes. Croacia concretamente, está
conformada como nación desde 1991 cuando se independizó de la ex Yugoslavia.
Recién hace tres años son parte de la
Comunidad Económica Europea pero aún no incorporaron el euro ( los comercios
que admiten moneda extranjera son multados), su moneda nacional es la kuna.
Hablando ya de tenis,
estaría demás abundar en lo que ya todos sabemos, las imágenes están aún frescas;
en el último y definitorio tercer día el juego implacable de Juan Martín del
Potro ante el 6° jugador del ránking ATP Marín Cilic, para lograr ponernos 2 a
2 y, el batacazo final que llegó con la
seguridad y la concentración de Federico Delbonis para recibir los servicios de
Ivo Karlovic que viajan a un promedio de 214 km/h. La televisión, los portales,
la radio y las crónicas periodísticas ya lo han contado perfectamente. Pero hay
unas pocas palabras dichas por el capitán del equipo Daniel Orsanic, que pueden
resumir los objetivos trazados por este conductor de bajo perfil y pocas
palabras, "ha
ganado el tenis argentino, ha ganado el deporte
argentino"
aseguró frente a un estadio conmovido, extenuado después de ocho horas de tenis
de alta tensión y con la celeste y blanca en la mano, Diego Maradona incluído. Ya en Buenos Aires, en
la conferencia de prensa, Orsanic que paradójicamente es hijo de un
croata, siguió enfocado en sus
convicciones y esquivándole al exitismo expresó "todo se basa en la buena
predisposición de los jugadores, en alinearse y tener un propósito que sea más fuerte
que cualquier nombre".
Es
cierto que gana el deporte y gana un equipo cuando se llega a una instancia
final con un jugador que hasta hace seis meses estaba jaqueado por tres
operaciones de muñeca y el haber estado fuera del circuito lo arrojó al puesto
590 del ránking ATP, y con un puñado de jugadores que aún no pertenecen a la
elite mundial de los top 20. Gana cuando después de haber estado al borde del
descenso, hay que volver a remarla en
dulce de leche muy espeso, pensando en estrategias de juego y sin figuras
rutilantes. Ya de eso sabemos bastante, hemos tenido equipos formados por
jugadores top ten, pero las internas, el individualismo propio de este deporte
y los egos siempre iban por delante del objetivo colectivo.
Volver
de Zagreb, como campeones de "la
Davis 2016" fue un viaje ágil, rápido y feliz. Claro, porque se logró lo
que se negaba desde hacía tantos años, se rompió el maleficio. En los titulares
de todos los medios del mundo las palabras más usadas fueron épica victoria,
epopeya, hazaña. Porque es lógico, no éramos los favoritos y encima pesaba como
un lastre haber llegado a cuatro finales y haberlas perdido
en 1981,2006, 2008 y la más reciente y frustrante jugada en Mar del Plata en
2011.
Esta vez se dio, bajo las
órdenes de la muy lúcida cabeza de Daniel Orsanic y los tenistas (inmensos)
Juan Martín del Potro, Federico Delbonis, Leonardo Mayer y Guido Pella, acompañados por toda la delegación nacional, se consiguó
la Ensaladera de Plata, la más esquiva y la más preciada copa mundial por
equipos en este deporte. Al equipo íntegro FALA, GRACIAS.